domingo, 29 de enero de 2017

Escalera de sueños


Diferente y único, igual que todos. Una gran carrera de éxito, igual que todos. Un as de las finanzas según el Times, igual que todos. Casado y con dos hijos en los mejores colegios privados, igual que todos. Casa en la playa y yate, igual que todos. Aparatos inteligentes de última generación, igual que todos. Varios coches y motos en el garaje, igual que todos. Tonteo con los deportes de riesgo de verano e invierno, igual que todos.

Igual que todos, esa noche fue al casino, acompañado de su preciosa mujer retocada. Igual que todos, su misión era ganar; probaría con el black jack. Igual que todos, ganó varias rondas y sumó una importante cifra de seis ceros. Igual que todos, pasó a recoger a su mujer a la barra y se fueron al hotel en un taxi. Igual que todos, llegó a su habitación e indicó a su mujer que se quedaría un rato más en el bar para celebrarlo. 

Bajó a la primera planta, entró al bar y pidió un whisky con hielo. Sabía igual que todos. Ganar un millón de dólares sabía igual que todos los otros millones ganados. La compañía de su mujer no era diferente de la de cualquier otro. Sus hijos, casi unos desconocidos, igual que todos. Pensó que esta noche le costaría dormir, igual que las precedentes. Se dirigió al coche, en busca de ansiolíticos que pudieran calmarlo. Llegó al aparcamiento y sacó el mando torpemente, tanto que se le resbaló de entre sus dedos. Se agachó a recogerlo y ordenó la apertura del coche. Abalanzándose sobre la puerta, la abrió e hincó la rodilla en el asiento del copiloto mientras mostraba una mueca con la nariz arrugada, para evitar que se le cayeran las gafas. Abrió  la guantera, apartó la carpeta con los papeles del seguro y revolvió en busca de la caja de pastillas. El seguro... Recordó que hacía unos meses su mujer le había propuesto hacer un seguro de vida, por los niños. Hacía ya tiempo que tenía la sensación de que no era más que eso, dinero seguro, para ella, para sus hijos, para sus colegas: la gallina de los huevos de oro, cegado por su ambición. Toda una vida vacía, subiendo peldaño a peldaño una escalera de humo; del humo de los cigarros de quienes lo alentaban. Escalera de sueños semejaba, pero ya lo dijo Calderón, que los sueños, sueños son. Sueño es lo que quería. Por fin apareció la caja. Justo en ese momento, un coche pasaba por detrás y su ráfaga de luz hizo resplandecer por unos instantes algo en el fondo de la guantera. Le brincó el corazón como hacía años que no pasaba. Se había olvidado de ella. Se la habían regalado hacía años por seguridad, cuando su nombre comenzaba a despuntar en las revistas. Ella le permitiría reducirse a la única esencia que los demás veían en él: sólo dinero. Su familia, sus colegas,... todos, alardearían de cuán cercanos y allegados eran con la única finalidad de alcanzar un fajo de billetes más. ¿Eso querían? Eso tendrían. Diferente y único, sí, pero no igual que todos.

viernes, 29 de abril de 2016

Huertos urbanos

Hola Luchugueros,

Últimamente parece que están proliferando, cual enredadera por la ciudad, los huertos urbanos y estoy intentando contribuir a esta expansión. No podía ser de otro modo siendo yo una Luchuga. El comienzo de esta historia es mucho anterior a la fecha de hoy. Fue allá por el siglo pasado, cuando me compré un cactus. Por si os lo estáis preguntado, murió. Tan pocas atenciones necesitaba que olvidé que lo tenía...

Tras este nefasto comienzo cabría pensar que la jardinería no era lo mío y más si tenemos en cuenta que hubo alguna que otra víctima más a lo largo de los años. Sin embargo,  he podido comprender gracias a ellas que la base es tan sencilla como que las plantas necesitan cierta cantidad de luz, de agua y de tierra, cada una la suya. Fin de los problemas. La verdad es que pocas cosas en la vida se pueden reducir a tan pocos factores y aún así, la dificultad del arte de la jardinería /horticultura/ cultivo de plantas es conocida por el público general. 

Como he dicho, y a pesar de mis primeros traspiés con varias plantas, me estoy creciendo (¡chistaco!) y estoy intentando sembrar algunas plantas comestibles en casa, un triste piso sin terraza, que poco tiene que ver con una casa de campo. 

Todo surgió por casualidad. Haciendo la compra en un gran supermercado vi que vendían productos varios de jardinería, entre los que se encontraba un semillero de rúcula. Decidí que si había conseguido que mis plantas sobreviviesen (ya tengo 3, aunque no me preguntéis sus nombres), podría conseguirlo también con plantas obtenidas desde la siembra; y qué mejor si además esas plantas eran comestibles. Así que me compré el semillero. Traía todo incluído: semillas, tierra, recipiente semillero y una cubierta transparente a modo de invernadero. Además, habían tenido la delicadeza de incluir una hoja de instrucciones para el correcto desarrollo de las plantas. Así que me puse manos a la obra y sembré las semillas.

Ya han germinado y como podéis ver son muchísimas. Debería haber sembrado de forma escalada, pero no ponía nada de eso en las instrucciones y mi único planteamiento inicial fue que si me daban muchas semillas para ese espacio era porque solían germinar pocas semillas. Está claro que no era así. Ahora, según las instrucciones, debería esperar a  que les  broten sus primeras hojas "de verdad" para trasplantarlas. Pero me estoy planteando que si espero tanto quizá me encuentre con que muchas ya se han muerto por falta de espacio. ¡Qué dilema! Si alguien con más idea que yo lee esto y me quiere ilumnar en mi camino hacia la rúcula madura estaré encantada de leer sus comentarios.

Ya os iré informando de cómo continúa el proceso.

¡Saludos luchugueros!